EL JARDIN DE LOS MUERTOS



La música hacía retumbar los altavoces del local de copas, la gente saltaba y brincaban bailando de alocadas formas o monótonos ritmos. El camarero un tipo grande de anchos hombros y cabeza rapada se había fijado en una chica de buen físico y tez de muñeca, sus ojos penetraron en el corazón de aquel hombre que no paraba de mirarla y ella ya se había percatado de ello. Así que le regaló su mejor sonrisa blanca y hermosa como ella misma. Los ojos verdes de ella eran tan luminosos como la luz del lugar, le dedicó algunos movimientos sensuales que aceleraron el alma profunda del camarero.
Un chico joven que tomaba una cerveza observó la escena y sonrió al camarero.
-Está buena- le indicó el chico mirando a la joven de arriba abajo.
El camarero asintió sin dudarlo y acarició su cabeza despoblada mostrando asombro.
La chica tomaba un ron con coca cola que dejó sobre la barra para seguir con sus movimientos atractivos y alocados, antes de dejar el vaso acarició el vidrio con sus gruesos labios pasándose despacio la punta de la lengua por la comisura, ese gesto dejó pasmado al camarero que no dudo en guiñarle el ojo y sonreírle de manera amplia.
El chico había apurado la cerveza y se dispuso a marcharse, se puso la chaqueta de cuero marrón colgada en el brazo
-Creo que necesitas ayuda-dijo el muchacho al oído del camarero.
Introdujo una pequeña pastilla de color blanco en el vaso de la chica, y se marchó con un saludo militar.
Al cambiar el ritmo de música, la chica dejó de bailar, así que se sentó en un taburete cerca de la barra y dio un trago a su bebida.
El camarero sonrió maquiavélicamente esperando pronto una reacción favorable, efecto de lo que le habían metido en su bebida, así que quiso empezar a abrir camino, antes de que el cerebro se le anestesiara.
-Oye, es la primera vez que te veo por aquí- habló mirándola efusivamente.
Ella no contestó aun, miraba para la pista de baile, paseó su mirada por el local y terminó en las luces de colores brillantes que parecían hipnotizarla.
-Te voy a invitar a una copa.
La chica no dijo nada, se levantó y se perdió entre la multitud.
-Será imbécil la tía- se dijo molesto.
Continuó sirviendo los pedidos que le hacían, estaba disgustado por el gesto que percibió de desprecio por parte de la atractiva chica.
El alcohol, las bebidas azucaradas y chupitos de mezclas explosivas corrían de un lado a otro, el gesto de diversión y felicidad se podía palpar en la gente, grupos de amigos que se divertían mirando a otros bailar, despedida de soltera que desfogaban su picaresca en el ultimo día antes de atarse a un matrimonio feliz y para siempre.
Un local de moda con gente a la moda, lugares que gustan por su nivel social y su machacante publicidad con carteles atractivos que rodean parte de la ciudad.
A las dos y dieciocho de la madrugada empezó un revuelo en el lugar, todos comenzaron a correr sumidos en una desesperación, algunos se aplastaron contra la cristalera arañando incluso el cristal y golpeaban queriendo romper el vidrio. Un hombre de mediana edad lanzó un taburete contra el cristal saltando en mil pedazos, todos salieron en avalancha, como un mar de personas.
Al fondo del local cerca de los baños salía como una mala bestia la chica preciosa que antes el camarero pretendía. Se arrojaba contra los que huían machacando sus rostros con ira, mordía en las extremidades arrancando con sus dientes las carnes que luego tragaba, su aspecto era horrible, muy lejos de la atractiva persona que entró en el disco pub. Ojos inyectados en sangre, la piel de la cara marcaba las venas del rostro como si fueran a explotar, de su boca manaba sangre ajena que bajaba por la barbilla.
El gigantesco camarero esta vez la miraba con cara de asco, el aire acondicionado estaba a tope, pero el sudor en las sienes del camarero era visible gracias a las luces que daban el ambiente idóneo para la marcha al cuerpo. Estaba muy lejos de la sensualidad que proyectaba unos minutos antes, cuando ella jugaba con sus finos gestos bellos.

Estaba acorralado, así se sentía el barman, vio todo lo que le había hecho a otros y le dieron ganas de vomitar no quería que eso también le ocurriera a él, su tamaño no le garantizaba valentía y eso él lo sabía.
La chica arqueaba los dedos para ponerlos en forma de garra, enseñando unas perfectas uñas de porcelana. No llevaba los zapatos negros de tacón fino que trajo, se ve que necesitaba agilidad para moverse como lo hacía, parecía un animal en plena selva que trepaba y enseñaba sus armas a los demás lugareños.
Dos policías locales entraron con pistola en mano, apuntaban a la chica nerviosamente, uno de los policías era joven, parecía recién llegado al cuerpo, su forma de moverse chulesca le delataba en el fondo un toque de inseguridad. Su compañero de mediana edad, demostró más confianza en la situación, parecía una escena de una película policial americana, la chica gruñó al girarse, algo que aprovechó el camarero para huir de la escena arrastrándose por detrás de la barra.
-Levante las manos despacio-dijo el veterano con la mandíbula apretada.
Ya no había nadie en el local, los heridos estaban siendo atendidos por las ambulancias y la gente esperaba en la calle, los curiosos querían saber por eso se entremezclaron entre los afectados lo hacían sin cruzar el cordón policial que se había marcado.
Las balas traspasaron el cuerpo perfecto de la chica, unos cinco proyectiles la detuvieron de su ataque a la autoridad. Se desplomó en el suelo, aplastando sus huesos contra el mármol.

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